jueves, 22 de julio de 2010

Tango, relato de un camino al mar

Domingo 4 de julio, el día de la madre patria para los que hemos pasado la vida bajo la pesada pata de los yanquis. Para festejarlo nos tocó ir a comprar a Tango. Una compra muy a la uruguaya, mezclada con bestialidad australiana. Lejos de hacernos pasar y ofrecernos un cafecito al menos (a vista del aspecto de abandono del barco debía más bien haber destapado un Dom Perignon) el bestia kangaroo nos hizo firmar la transferencia sobre los tachos de la basura después de una patética instrucción de cómo subir el palo.


Así encontramos a Tango; o sea, lo encontró Washington, que tenía tal fisura de vela y agua salada que andaba diciendo que tenía miedo que se le cayeran las escamas. Es que hace rato que no navegamos. No teníamos idea de como era, yo ni siquiera lo esperaba, resultó ser de líneas veloces con un toque de capricho tradicional, lo rescatamos literalmente de abajo de un árbol.




Las dos semanas siguientes nos dedicamos a desarmar el barco. Con cada tornillo que sacábamos a Washington se le abrían los ojos más grandes, "che, y cuando vamos a andar a vela", era su preocupación fundamental. Pero al sacar los primeros frenitos, nos dimos cuenta que había que empezar de cero para simplificar el aparejo y solucionar un par de problemas técnicos: la ubicación del palo para poder levantarlo desde atrás e instalar un espolón para usar un spinaker asimétrico.

Obviamente, antes de desarmar, sacamos fotos de la configuración de cubierta:




El 17 de julio, antes del cumpleaños de Jorge y Virginia, terminamos de sacar todo y limpiamos la cubierta con una hidrolavadora, todavía falta lijar para terminar la cuesta abajo.




1 comentario:

  1. Y cuando va al agua????? Eso no me lo pierdo además del bautizo con la botella de champagne!

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